17 de enero
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17 by January by 2021
UNIVERSIDAD
Carlos Fernández Liria: “Bolonia puso un aspirador de dinero público para la empresa privada en la Universidad”
El filósofo y profesor titular en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Carlos Fernández Liria analiza la progresiva conversión de las instituciones de educación superior de enseñanza a través del punto de inflexión que supuso el Plan Bolonia.
Carlos Fernández Liria es claro en lo que respecta a su posición sobre el Plan Bolonia, cuyas bases en España quedarían aprobadas por decreto en octubre de 2007, pero que empezó a fraguarse en 1999. El curso académico 2008-2009 sería el primero, hasta la actualidad, en implantar los nuevos grados —casi todos de cuatro años de duración— que dejarían progresivamente aparcadas las licenciaturas y diplomaturas, y que dificultarían todavía más el acceso a la educación superior del estudiantado con familias de extracción popular: progresiva subida de tasas, sistema de horquillas, exigida presencialidad que dificultaba trabajar al mismo tiempo para generar ingresos...
Más allá de los condicionantes a corto plazo que generaba el Plan Bolonia, que ya advirtieron grupos de estudiantes y profesores que se opusieron frontalmente a él, para Carlos Fernández Liria el proceso abrió la puerta a la mercantilización de la Universidad y redujo la esencia de la misma a una fábrica de mano de obra para el capitalismo. Mientras cada vez más empresas se insertan en la enseñanza superior y el Ministerio de Universidades prepara un real decreto con el que poner freno a las instituciones de titularidad privada que no cumplen unos requisitos mínimos de enseñanza e investigación, Fernández Liria se remonta a las movilizaciones de la juventud a principios del siglo XXI: “Se demuestra que tenían toda la razón”, defiende.
¿Cuáles han sido las consecuencias más importantes de la implantación del Plan Bolonia en la universidad española?
Lo más importante fue la desintegración de todas las estructuras universitarias hasta sustituir lo que eran las cátedras vitalicias, que era una gran infraestructura de investigación y de docencia, y los departamentos, las facultades y las áreas quedaron en realidad suplantadas por un mosaico de pequeños grupos de investigación que tienen que venderse cada tres años para poder recibir financiación. Y, por supuesto, cuanta más financiación externa tienes, es decir cuanto más interés mercantil tienes, más prospera tu grupo de investigación.
De alguna forma se puede decir que la infraestructura de la universidad clásica casi sin darnos cuenta se desmoronó y actualmente la unidad de investigación e incluso de docencia acaba siendo un grupo de investigación muy flexible, que en realidad quiere decir muy inestable, que tiene que venderse mercantilmente quiera o no. Porque dicen: “Nada te obliga a estar en el mercado”, claro que no, lo que pasa es que no recibes financiación. Hay grupos, como el mío [Departamento de Metafísica y Teoría del Conocimiento], que no puede investigar nada porque no interesa mercantilmente. Nos dan financiación, pero menos de 5.000 euros para tres años, con eso no da para nada.
La cuestión mercantil a la que hace referencia también se puede ver en otras iniciativas de universidades públicas, como las Cátedras: algunas llevan el nombre de Inditex, Repsol o Ecoembes, por ejemplo. ¿Cómo interfieren las empresas en las universidades?
Aceptamos un chantaje que no teníamos por qué haber aceptado, que era el de competir con la iniciativa privada, con las universidades privadas y con las cátedras de iniciativa privada. La cátedra Repsol, la cátedra Inditex… Desde el momento en el que descompusimos nuestras titulaciones en pequeños grados y pequeños másteres, empezamos a competir con el mundo privado sin poder evitarlo de ninguna manera.
Aceptamos un chantaje que no teníamos por qué haber aceptado, que era el de competir con la iniciativa privada, con las universidades privadas y con las cátedras de iniciativa privada
La Universidad Europea se ha quejado porque hacemos competencia ilegítima al tener unos másteres con unos precios demasiado baratos, y yo no diría que son demasiado baratos, un máster de un año como el que tenemos nosotros que cuesta 3.000 y pico euros si no tienes asignaturas pendientes no me parece barato, pero en la Universidad Europea los másteres de un año ascienden a 12.000 euros. Ahora mismo hemos aceptado competir con universidades privadas, nos hemos rebajado a tener que hacer eso, y se nos acusa de competencia desleal.
Con las cátedras pasa lo mismo, una cátedra de un gran interés académico tendrá financiación en la medida en que los grupos de investigación ligados a ella puedan demostrar que tiene interés mercantil, y de eso dependerá el que haya más o menos becarios, profesores ayudantes, y que esa cátedra crezca o no crezca. Eso hace que una cátedra que, a lo mejor no ha tenido ninguna iniciativa académica interna, como la de Repsol, puede tener una financiación pública inmensa precisamente porque hay una iniciativa privada interesada en ello.
Con los beneficios que eso conlleva para la empresa.
Es que este es el gran truco de Bolonia: si la iniciativa privada pone 10 euros, se demuestra que eso tiene interés mercantil y el Estado pone otros 10 euros, si no pone 100 euros y tres becarios. Esto conlleva que una empresa privada que ha invertido 10 euros en enseñanza universitaria va a recibir dinero público para pagarse sus becarios que, en realidad, van a ser sus trabajadores en prácticas, es decir, trabajadores gratis pagados por el Estado, es decir, pagados por otros trabajadores.
Este es el gran truco de Bolonia: si la iniciativa privada pone 10 euros, se demuestra que eso tiene interés mercantil y el Estado pone otros 10 euros, si no pone 100 euros y tres becarios
Yo siempre dije que Bolonia lo que pretendía era poner en la universidad un aspirador de dinero público para la empresa privada. No se trata solo de que tengas que conseguir financiación externa, es que cuando consigues financiación externa, es decir privada, esa empresa privada va a recibir una gran cantidad de dinero público, va a aspirar dinero público o a conseguir becarios que trabajen para esa empresa, pagados por los impuestos de otros trabajadores.
¿La universidad no estaba mercantilizada antes del Plan Bolonia?
Pues mucho menos. No lo suficiente, por lo visto. Es muy instructivo, lo llevo diciendo desde hace 15 años, leer el documento Una universidad al servicio de la sociedad que sacó el Círculo de Empresarios. Hay que ver lo mucho que se quejaban de que la universidad no favorecía la empleabilidad para las empresas, de que el modelo era rígido, de que había que terminar con el modelo de universidad europeo y sustituirlo por un modelo de universidad más flexible de tipo anglosajón que fuera capaz de tener un diálogo permanente con el mundo empresarial.
Estaríamos mercantilizados, había montones de chiringuitos privados que estaban haciendo su agosto, pero ni mucho menos al nivel que quería la patronal
Estaríamos mercantilizados, había montones de chiringuitos privados que estaban haciendo su agosto, pero ni mucho menos al nivel que quería la patronal. Y, de hecho, lo consiguieron y fue lo que implementaron desde entonces: toda una ofensiva para cargarse la universidad europea y modernizarla. Para convertir la universidad en una escuela de formación profesional primando siempre la empleabilidad, lo que quiere decir convertirla en una fábrica de mano de obra barata para las empresas.
Parece que la expansión de las universidades privadas en España preocupa al Ministerio de Universidades actual, a juzgar por el Real Decreto que prepara y que exige a las universidades de nueva creación, y a las actuales en un plazo de cinco años, que cumplan un mínimo de calidad de docencia e investigación. ¿Será suficiente?
En algún momento he dicho que me parecía lo único bueno que había hecho Castells, poner freno a la privada para que no sean consideradas universidades si no lo son. Pero soy bastante pesimista, una vez entras en una dinámica tan competitiva donde la única evaluación universitaria es la cantidad de papers que puedas producir y las oposiciones ya prácticamente no existen, nos convertimos en una fábrica de producir artículos en revistas científicas que nadie va a leer.
Esta distancia de la Academia con la sociedad, tan criticada por algunos sectores, ¿no es la misma que está siendo utilizada por iniciativas privadas? En verano, Google anunció unos cursos de seis meses duración, de momento en Estados Unidos, que fueron presentados por la propia multinacional como, literalmente, una alternativa a titulaciones de cuatro o cinco años.
Desembocamos necesariamente en este resultado, porque si tú pones a la universidad a competir con otras universidades para buscar la empleabilidad, y la empleabilidad es lo único que te interesa, pones la universidad al servicio al del mercado con la excusa de ponerla “al servicio de la sociedad”. ¿No podemos hacerlo al revés, quiero decir, que la sociedad esté orgullosa de algo que realmente sea una universidad? Porque eso también me parece bastante sensato, algunos dicen que es idealista, pero eso era lo que teníamos.
Antes la universidad tenía que ser una verdadera universidad, pero no al servicio de la sociedad, sino de la investigación científica, de la verdad, para que la sociedad pudiera estar muy orgullosa de tener una universidad. Esa era la lógica que imperaba hasta Bolonia, cuando ese lema envenenado, que lo compró todo el mundo, y sobre todo lo compraron los sociólogos. Pero la universidad no tiene por qué estar al servicio de la sociedad, todo lo contrario, tiene que estar al servicio del interés científico. Esto solamente lo decíamos desde las facultades de filosofía.
Si tú pones la universidad al servicio de la sociedad y esa sociedad es una sociedad basura, vas a tener una universidad basura
Esto engancha con el tema de Google, ¿no?
Es que si tú pones la universidad al servicio de la sociedad y esa sociedad es una sociedad basura, vas a tener una universidad basura, y si encima lo que demanda la sociedad a la universidad es empleabilidad, pues ya está, Google lo va a hacer mejor. Al final vas a tener una universidad de Google que va a hacer mucho mejor lo que nosotros hemos intentado hacer a trancas y barrancas a pesar de que era un disparate intentar hacerlo: sustituir los títulos por una especie de curriculum hecho a base de certificados que dan fe de certezas, habilidades y competencias.
Pues así llega Google y dice: si se trata de formar en una competencia, yo propongo un cursillo de unos meses muy baratos y certifico que este señor tiene esa competencia, destreza o habilidad. Y dirás: “Bueno, pero no son títulos oficiales”, pero ¿a quién le va a importar, si las empresas lo que quieren es que tengas esa habilidad, esa competencia? De alguna forma hemos firmado nuestra sentencia de muerte. No hemos conseguido suprimir los títulos porque había una especie de inercia feudal, como decían, pero lo intentamos a toda costa. Pero hemos intentado un disparate, porque al final se ha adelantado Google, que lo va a hacer mucho mejor.
Olvidamos que detrás de los títulos universitarios había colegios profesionales, convenios colectivos... Una universidad donde ya no tienen importancia los títulos es una sociedad en la que ya no tienen importancia las legislaciones laborales y los sindicatos
Ese es el problema, hemos hecho una apuesta suicida por competir donde no podíamos competir, en vez de hacer una universidad digna de ser llamada así, y que la sociedad se apañe con su mercado laboral basura, porque además hay algo que conviene no olvidar, y es que detrás de los títulos universitarios había colegios profesionales, convenios colectivos, derechos laborales... Una universidad donde ya no tienen importancia los títulos es una sociedad en la que ya no tienen importancia las legislaciones laborales y los sindicatos, así que lo que tienes es emprendedores que no tienen detrás a un sindicato, sino que son empresarios de sí mismos que tienen que negociar con el culo al aire en el mercado en entrevistas de trabajo privadas.
Hablando de introducirse en el mercado laboral, varios rankings concluyen que egresados universitarios de instituciones privadas encuentran antes trabajo que de las públicas, pero algunos expertos hacen aquí mención a la agenda de contactos derivada de este tipo de educación o a la clase social de quienes pueden permitirse estos estudios.
Claro, es que si nos ponemos a competir en eso no lo vamos a conseguir. En todos los documentos que nos venían por parte de los círculos de empresas, la patronal y en última instancia la Organización Internacional del Comercio, nos decían que la célula del mundo universitario debería ser una corporación docente-empresarial, una unidad de investigación, docencia y empresa. Que lo ideal sería que las empresas dijeran lo que necesitaban y que eso se convirtiera en un departamento universitario y lo gestionara la propia empresa, de tal manera que tú podías entrar como estudiante en ese sitio y salir con puesto trabajo en esa misma empresa. Si se trata de conseguir eso, lo va a hacer mucho mejor el mundo privado. Lo malo fue cuando las autoridades académicas accedieron a competir contra él, esa apuesta suicida, porque nunca lo vamos a conseguir, lo conseguirán solo algunos departamentos que tengan interés empresarial.
¿Estamos a tiempo de cambiar algo de esto?
Hay gente joven que espero que esté para hacer algo, pero yo soy pesimista porque lo que he visto es que todas las conquistas de la clase trabajadora que se han materializado en instituciones y en leyes tardan 50 años en conquistarse y se pierden en cinco minutos de traición, despiste o relajamiento para mantenerlas. Y te cuesta otros 50 años reconquistarlo. La universidad pública era una conquista de la clase trabajadora, el derecho a poder tener estudios superiores, y también se nos decía entonces que no necesitamos tanta masa sobrecualificada, pero la gente por pobre que sea tiene derecho a estudios superiores, y el Estado debe garantizárselo.
Eso lo hemos perdido cada vez más con Bolonia, porque el Plan Bolonia no era el Plan Bolonia sino una reconversión económica de la universidad, porque se multiplicaron por tres, por cuatro o por cinco las tasas universitarias; cada vez es más difícil pagar estudios. Volver a tener una universidad como tuvimos yo creo que va a costar 50 años de lucha. Ya costó 10 años de lucha contra Bolonia la resistencia, al final se perdió, pero no me cabe duda de que el resultado hubiera sido mucho peor si no se hubiera resistido, porque de hecho en España conseguimos que los grados duraran cuatro años y no tres, recordemos el 3+2: precios públicos —multiplicados por cuatro, eso sí— para tres años y luego dos a 12.000 euros. A pesar de ese logro, fue una gran pérdida de la lucha de clases, una enorme derrota la que sufrimos con el Plan Bolonia.