Abuelos
by Avrien in
Personal
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22 by June by 2021
Te despiertas con el sonido de la máquina de cortar la maleza. El sol entra por la ventana, todavía tenue mientras las palomas ya llevan despiertas un par de horas. Escuchas a tu abuela enfurruñada con tu abuelo por cualquier tontería, seguro que porque había dejado algo en medio. Al poco oyes el portazo que indica que él ya va de camino a por el pan y un par de cosas más.
La abuela viene a por ti. Tu ya llevas diez minutos despierta, pero sabes que tu prima duerme a pierna suelta y no puedes ser menos. Quieres dormir tanto como ella, "es tan guay ser ella", suspiras en tus pensamientos. Te haces la dormida y la abuela vuelve a sus quehaceres. Al final, a las 10 vuelve para levantarte. Mientras te desperezas y ves como tu prima te mira de mal humor con legañas en los ojos, vas poniendo la 2 para empezar a ver Hércules o Xena. A los cinco minutos la abuela te trae tostadas de pan de pueblo y el Nesquik. El desayuno, Popular, Dawson Crece y esos cuadernillos de vacaciones de SM ocupan el resto de la mañana hasta que ya es la hora. Por fin puedes ponerte el bikini e ir a la piscina a jugar a tirarte, a la Sirenita, al tute o a leer mismamente. O a nadar, mientras esquivas a tu abuelo haciendo largos. O a bucear, mientras la abuela te dice por enésima vez que salgas del agua, aunque quieres saber si eres capaz de hacerte dos anchos sin respirar.
Después de comer llega la hora de la siesta, más conocida como la hora del Tour de Francia. Te enteras de los últimos cotilleos del corazón con "Aquí hay tomate", mientras en la otra habitación oyes al abuelo roncar mientras Armstrong va en cabeza. La hora del café marca el momento del segundo despertar del día, del momento de sacar de nuevo el bikini y esta vez aprovechar para marcarte un mejor tiempo buceando. Luego llega la hora de la bici, donde echas carreras con tu prima en la que obviamente siempre pierdes. La ducha, el Grand Prix y a la cama, con tu beso de buenas noches de tus abuelos. Esa noche hay tormenta y estas asustada, así que corres a la cama de tu abuela para dormir tranquila mientras ella te abraza y los ronquidos de tu abuelo te reconfortan. Y de nuevo, vuelve a salir el sol, escuchas a las palomas despertar y el ruido de la máquina de cortar la maleza.
No sabías que era eso. No lo entendías. Solo sabías que deseabas todo el año que llegara el verano aunque te quemaras, aunque tu prima te chinchara y te ganara en todo y aunque las tormentas te dieran un miedo aterrador. Ahora sabes que era la verdadera felicidad, y que ya solo habita en tu memoria. Los veranos sin mis abuelos ya no tienen sentido.
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