30 de junio
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30 by June by 2021
La muerte por suicidio: un problema sanitario, social y político.
Las muertes por suicidio no son solo una cuestión sanitaria. Voces expertas señalan que deben abordarse también desde perspectivas sociales, políticas y económicas.
En Galicia, en 2019, murieron 292 personas por suicidio. En el conjunto del Estado Español, 3.671. A pesar de estas cifras, no existe un plan de prevención de suicidios a nivel nacional y, a nivel autonómico, el plan de prevención publicado en 2017 no se llegó a implementar. La muerte por suicidio continúa siendo una realidad invisibilizada.
José Eduardo Rodríguez, psicólogo de la Unidad de Prevención de Suicidios de Vigo, que lleva funcionando desde el pasado marzo enmarcada en el Plan de Salud Mental de Galicia Poscovid-19, explica que existen tres niveles a la hora de hablar de prevención de las muertes por suicidio. Por una parte, la prevención universal, que se fundamenta en la “divulgación, la reducción del estigma, el trabajo con los medios de comunicación, etcétera”. En el segundo nivel entraría la detección de las personas en riesgo: “Esto consistiría en formar a las personas que están en contacto directo con la población, como puede ser el profesorado, los bomberos, las fuerzas de seguridad o los sacerdotes y que, potencialmente, pueden detectar a personas en riesgo y derivarlas a la atención sanitaria. Actualmente, en este sentido, no se está haciendo nada”. El tercer nivel hace referencia al trabajo con personas “que tienen problemas, conductas suicidas, y es lo que hacemos nosotros en la Unidad de Prevención”.
Para Rosa Cerqueiro, portavoz del Movemento Galego de Saúde Mental, un buen plan de prevención del suicidio es el que cuenta con una “estrategia multisectorial en la que se tenga en cuenta el ámbito sanitario, educativo, político y social”. En 2017 nacía el plan de prevención de suicidios de la Xunta, después de meses de presión popular por parte de colectivos como el Movemento Galego de Saúde Mental, a través de iniciativas como las Badaladas pola prevención do suicidio, durante las que se tocaba en la plaza de Praterías, en Santiago de Compostela, una campanada por cada persona que se suicidaba. “El plan estaba bien hecho, las líneas estratégicas tenían sentido y estaban en consonancia con lo que se estaba haciendo en el mundo. El problema fue que no hubo implementación. Era un papel que estaba bien hecho, pero tenía poco funcionamiento”, explica José Eduardo Rodríguez.
Rosa Cerqueiro afirma que el plan de 2017 nació “con un gran defecto, que fue la escasez presupuestaria”. Segundo Eduardo Rodríguez, con el actual plan de salud mental “se están empezando a ver cosas, pero aún queda todo por hacer”. Delia Guitián, psicóloga clínica en el Sergas de Lugo, recalca que el suicidio no es solamente un problema sanitario, sino también social y político: “Un buen plan de prevención es el que abarca muchos otros aspectos a parte del sanitario. No es solo importante prestarle atención a las personas que se encuentran en esa situación de vulnerabilidad o que ya lo intentaron. Hay que abordar los problemas desde muchas otras ópticas”.
Rosa Cerqueiro explica que, por ejemplo, a nivel educativo existe un protocolo sobre qué se debe hacer en las escuelas si se descubre que un niño o niña tuvo una tentativa: “El protocolo dice que, en estos casos, hay que contárselo a los padres y derivar al servicio de salud mental. Esto es un protocolo, pero no es un plan de prevención primaria para atajar aquellos factores que pueden estar relacionados con el suicidio”.
Por otra parte, desde el Movemento Galego de Saúde Mental también reclaman la importancia de contar con datos actualizados sobre la realidad de las muertes por suicidio en Galicia. “La Xunta había dicho en 2019 que iban a realizar un estudio con la Universidad y no sabemos nada de eso. No existen datos actualizados con los que podamos abordar los posibles motivos. Es importante poder conocer la realidad local. La propia OMS dice que es necesario adaptar los planes de prevención a la realidad de cada población”, cuenta Rosa Cerqueiro.
En España, hay una media de seis psicólogas por cada 100.000 habitantes, tres veces menos que la media europea, que es de 18. “El servicio público en el ámbito de la salud mental está completamente desbordado. Estamos viviendo unas listas de espera terroríficas. Si ves a un paciente hoy, quizás hasta dentro de unos meses no vuelves a tener un hueco para hacer una consulta de psicología clínica. Así es muy complicado hacer un buen tratamiento psicológico de las necesidades de la gente”, asegura Delia Guitián. Rosa Cerqueiro hace hincapié en que la atención psicológica de las personas que están en una situación de gran sufrimiento no puede recaer en la “buena voluntad de los profesionales que hacen huecos donde sea para poder atender a los pacientes”. Delia Guitián explica que la tendencia es la de llevar al principio de la lista de espera a los casos más urgentes: “El problema es que, de esta forma, los casos menos graves reciben atención cuando se complican, lo que es totalmente contraproducente”.
A pesar de que no se ha detectado un aumento del número de suicidios durante el confinamiento ni en los meses sucesivos, José Eduardo Rodríguez explica que hay un alto riesgo de que el número de personas que mueren por suicidio se incremente en los próximos años, “cuando las consecuencias de la crisis a nivel social y económico sean más visibles”. Aun así, Carles Alastuey, de la organización de supervivientes Despres del Suicidi, hace hincapié en que “las cifras ya son muy alarmantes y no es preciso que los datos aumenten para que se convierta en noticia o se hable sobre esto”.
Con el colapso del sistema de sanidad público aumentan las desigualdades de acceso a consultas psicológicas entre las personas con menores recursos económicos y los grupos de población más vulnerables. “Cualquier situación de crisis hace sufrir a la población. Por lo tanto, muchas de las personas que ya eran vulnerables pasan a tener mayores dificultades y otras, que antes quizás no lo eran, pasan a convertirse en personas vulnerables también”, explica Delia Guitián.
Delia se hace dos preguntas: “¿Con que distancia queremos prevenir? ¿Queremos enterarnos de todos los que sufren para intentar paliar o queremos que la población no llegue a ese nivel de sufrimiento?”. José Eduardo Rodríguez insiste en que, para no llegar a esta situación, son necesarias políticas de empleo y justicia social para “hacer la vida más vivible”. Rosa Cerqueiro, en este sentido, recalca que “la protección social es fundamental” y que, por ejemplo, el ingreso mínimo vital debería llegar a más gente. “Cuando tienes más medios para salir de esta vulnerabilidad, cuando facilitas que las personas tengan unas expectativas de vida dignas y ayudas a minimizar la desesperanza, la población sufre mucho menos y tiene más recursos para estar bien”, asegura Delia Guitián.
Durante la crisis de la covid-19 se instauró la asistencia telefónica en atención primaria. “Es cierto que la gente percibe barreras, dificultades. Sobre todo, en cuestiones de enfermedades que pueden no ser tan agudas como un infarto o un ictus. Las patologías que son graves, pero no urgentes, están sufriendo demoras y esto genera otra vez una incerteza, un malestar y una angustia en la población”, explica Delia Guitián. Esta psicóloga habla también de las personas con enfermedades crónicas que cursan con dolor: “En este grupo de personas las tasas de suicidio y el sufrimiento emocional son altísimas. Si la atención médica es poco accesible, los tratamientos no funcionan o las revisiones son cada muchos meses es complicado. Si modificas esta realidad estás, por ejemplo, incidiendo en este grupo de población”.
Según un estudio de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, en 2020 se incrementó en un 4,5% el consumo de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes con respecto al año anterior. “Estos son tratamientos menos efectivos, entonces a largo plazo el número de personas a las que les cuesta manejar emociones y enfrentarse a los problemas son muchas más. Al final te quedas con una población que está sufriendo más; las bajas laborales se incrementan y todo empieza a ser más difícil para el conjunto de la población”, explica Delia Guitián. Para ella es importante tener en cuenta que las muertes por suicidio acontecen en personas que viven en un contexto económico, social, familiar y cultural específico y que es dentro de este contexto en el que hay que fomentar las vías de solución de estos problemas. “Rápidamente patologizamos, cuando en realidad es necesario un enfoque que aborde todos estos ámbitos”, explica Delia.
Cuando preguntamos a las expertas consultadas para este reportaje sobre qué hacer si alguna persona de nuestro entorno está pasando por un sufrimiento intenso y piensa en el suicidio, todas recalcan la importancia de escuchar, comprender, evitar el uso de frases que imposibilitan cualquier tipo de conversación como ‘no digas esas cosas; no piensas eso; calla, ¿qué dices?’ y acudir, de ser necesario, a los servicios de urgencias. Es importante hablar con esa persona, preguntarle qué le pasa, cuál es su sufrimiento, cuáles son las cosas que le están haciendo tanto daño, darle importancia a sus palabras, acompañarlo/a. Además, si estás pasando por un período de sufrimiento intenso o conoces a alguien que esté pensando en la idea del suicidio, puedes ponerte en contacto con las organizaciones RedAIPIS.FAeDS o Despres del suicidi, con el teléfono de la esperanza de tu área geográfica, o acudir a tu centro de salud más próximo.