Las tres truchas
by avomega in
Personal
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6 by June by 2022
Previsora tenía una gran cualidad: la prudencia. Ni en ese lago ni en los arroyos cercanos existía una trucha más seria, sensata y responsable que ella. Desde bien pequeñita Previsora pensaba que para evitar los peligros era fundamental vivir siempre alerta, atenta a lo que sucedía a su alrededor. Era tan formal y precavida que el famoso refrán “Más vale prevenir que lamentar” parecía hecho a su medida.
Pensadora tenía un carácter más alegre y una actitud positiva ante los retos de la vida. A diferencia de Previsora era un poquito alocada, pero también poseía una gran cualidad que la distinguía de sus compañeras: la capacidad de pensar. Esa virtud le proporcionaba mucha seguridad en sí misma ya que cuando se encontraba en problemas o debía resolver algún conflicto, le bastaba con pararse unos segundos a reflexionar y tomar la decisión correcta.
Perezosa era vaga, aburrida y muy simplona, por lo que el nombre la definía perfectamente. Jamás sentía interés por nada que no fuera ella misma y solía mostrarse huraña y antipática con todo el mundo. Como le daba igual ser una ignorante malgastaba su vida vagando de un lado a otro sin nada interesante que hacer ni que aportar a su comunidad.
Una vez hechas las presentaciones te voy a contar lo que sucedió un cálido día de verano en el maravilloso lugar donde habitaban. Resulta que estaban las tres truchas nadando tan felices cuando, de repente, se vieron sobresaltadas por la presencia de un hombre. Era la primera vez que un ser tan raro y tan grande ponía un pie en ese territorio, por lo que ninguna sabía qué hacía allí ni cuáles eran sus intenciones. Ante esta desconocida situación, cada una reaccionó de una forma particular.
Previsora, según lo vio acercarse a la orilla, tuvo una fuerte sensación de peligro y se puso en tensión.
– ‘A lo mejor viene a ver el paisaje o a recoger flores, pero por si acaso yo me largo.’
¡Ni se paró a comprobar si estaba en lo cierto! Ante la más mínima duda se sumergió y se escondió tras unas piedras del fondo para no ser descubierta.
Al contrario que su compañera, Pensadora no supo intuir el peligro y sacó la cabeza del agua para observar detenidamente al humano. Se fijó en lo gigantesco que era, en su cara de mal humor y en la cesta de mimbre que colocaba sobre la hierba, pero lo cierto es que no se sintió amenazada hasta que vio que sacaba del interior una inmensa red y empezaba a desplegarla mientras miraba hacia donde ella estaba.
– ‘¡Esto no me gusta ni un poco! Me da en la nariz que este tipo es lo que nuestros abuelos llaman… ¡un pescador!’
En ese instante cayó en la cuenta de que tenía que escapar si no quería acabar en una sartén a la hora de la cena; eso sí, debía hacerlo de manera cautelosa porque al mínimo fallo, adiós muy buenas.
– ‘Estoy a punto de ser capturada, pero mi inteligencia me librará de una muerte casi segura.’
En vez de huir presa de los nervios, optó por quedarse quieta y respirar hondo para relajarse. Después, se puso a hacer lo que mejor sabía: pensar.
– ‘Creo… creo que ya tengo la solución.’
Pararse a reflexionar fue muy efectivo pues enseguida diseñó un plan para salir del atolladero.
– ¡Está claro que lo mejor es hacerme la muerta!
Demostrando grandes dotes de actriz se colocó boca arriba con el vientre mirando al cielo, giró los ojos para ponerlos en blanco, y estiró las aletas para parecer un animal sin vida. ¡Fingía tan bien que la verdad es que daba penita verla!
Momentos después, el pescador cogió impulso para lanzar la red, pero al ir a soltarla algo le hizo cambiar de opinión.
– ¿Qué es eso que flota en la parte derecha del lago? Parece una trucha muerta. ¡Puaj, qué asco!… Será mejor que eche la red hacia la izquierda.
En cuanto el pescador miro hacia el lado contrario, Pensadora aprovechó la oportunidad para salir pitando y camuflarse tras unas plantas acuáticas.
Previsora y Pensadora lograron escapar, pero ¿qué le sucedió a Perezosa? Como era de esperar no se preocupó por nada y siguió holgazaneando como si con ella no fuera la cosa. Ni se imaginó el peligro, ni tomó precauciones, ni se paró a pensar en nada de nada. Inevitablemente, cayó en las redes del pescador.
Moraleja: Este antiguo cuento nos enseña que en la vida es importante ser previsores. Esto significa que si algún día sientes que algo o alguien podría hacerte daño, lo mejor es que te alejes antes de que sea demasiado tarde. Eso hizo la primera trucha y salió bien parada.
Si te falla la intuición y de pronto te ves metido en un problema o situación desagradable, no desesperes y párate a pensar, porque al igual que la segunda trucha, razonando encontrarás una buena solución.