EL MÉDICO Y LA MUERTE
by avomega in
Personal
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30 by June by 2022
Una pobre mujer tenía sólo un hijo. Cuando éste se hizo adolescente, salió por el mundo en busca de un amo y de un trabajo para poder mantener a su anciana madre. Recién salido de su pueblo natal, se encontró con el sol.
-¿Adónde vas, jovencito?
-Estoy buscando un amo y un trabajo para poder mantener a mi madre anciana.
-¿No quieres venir conmigo?
-No, no quiero.
El joven siguió su camino y al rato se encontró con la luna.
-¿Adónde vas, jovencito?
-Estoy buscando un amo y un trabajo para poder mantener a mi madre anciana.
-¿No quieres venir conmigo?
- No, no quiero.
Recorrido otro trecho del camino, el joven se encontró con un tercer viandante. Y también éste le preguntó:
-¿Adónde vas, jovencito?
-Estoy buscando un amo y un trabajo para poder mantener a mi madre anciana.
-¿No vendrías conmigo?
-¿Y tú quién eres?
-Soy la muerte.
-Entonces me voy contigo –respondió el joven-, tarde o temprano todos deben irse contigo.
Recorrieron juntos una buena parte del camino hasta que la Muerte le dijo al joven:
-Escúchame bien: quiero hacer de ti un médico. Cuando te llamen para atender a algún enfermo, iré contigo y debes prestar atención al lugar en el que yo me sitúe. Si me sitúo junto a la cabecera de la cama, quiere decir que el enfermo morirá y no debes recetarle ninguna medicina. Si me coloco, en cambio, a los pies de la cama, significa que el enfermo sanará y tú puedes recetarle lo que quieras.
El joven se hizo médico. Por esos días, la hija del rey enfermó gravemente y la muerte envió al joven médico para que fuese a verla. Cuando el joven entró en la habitación de la princesa, vio que la muerte estaba a los pies de la cama.
-La princesa sanará –dijo enseguida el médico y le recetó un caldo de coles.
Dos días después, la princesa había sanado y el rey, como señal de gratitud, compensó al prodigioso médico con oro y piedras preciosas.
El joven volvió a su pueblo, a casa de su madre, con todo aquel tesoro.
Allí, sin embargo, nadie quería creer en su fama.
-¿Qué ese pordiosero ha curado a la princesa? ¡Vaya médico! –decía la gente corroída por la envidia.
Todos pensaban que el pobre infeliz se había vuelto loco.
Uno de los habitantes, sin embargo, un mocetón sano y robusto, se metió en la cama fingiendo estar enfermo y al borde de la muerte. Mandó llamar al famoso médico.
Cuando el médico llegó, miró a su alrededor y vio a la muerte en la cabecera de la cama.
-No hay nada que hacer –dijo y regresó de inmediato a su casa.
Aquellos fanfarrones, naturalmente, se echaron a reír. Pero la risa se convirtió muy pronto en llanto, porque el mocetón que se había fingido enfermo murió pocas horas después.
El médico, en cambio, vivió en paz hasta que la muerte se colocó en la cabecera de su cama.