LOS SIETE CABRITILLOS Y EL LOBO
by avomega in
Personal
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17 by October by 2022
Ocurrió que un día, Mamá Cabra dijo a los cabritillos:
-Hijitos míos, tengo que ir al mercado. Os quedáis solos en casa. No abráis la puerta a nadie. Mirad que el lobo anda rondando por estos lugares.
-¡No abriremos a nadie más que a ti! ¡Vete tranquila! -dijeron los cabritillos.
Mamá Cabra tomó su canasto y se fue al mercado.
El lobo al verla salir se relamió de gusto pensando en los cabritillos que habían quedado solos dentro de la casa.
¡Toc, toc, toc! Los cabritillos preguntaron:
-¿Quién llama?
-Abridme, soy vuestra madre -dijo él.
-¡No te abrieremos! ¡Eres el lobo! Tienes la voz ronca y la de nuestra madre es fina -contestaron los cabritillos sin abrir la puerta.
El lobo se puso furioso. Probó a tirar la puerta y empezó a darle porrazos y empujones, pero no consiguió nada. Al final, cansado, se sentó en una piedra y se puso a pensar.
-¡Ya sé lo que voy a hacer!
Se fue a casa del huevero y le dijo:
-Dame ahora mismo tres docenas de huevos.
El huevero, que le tenía mucho miedo, se las dio.
El lobo se zampó los huevos para que se le suavizara la garganta y se le pusiera la voz más fina.
Volvió a casa de los cabritillos. ¡Toc, toc, toc! Llamó a la puerta.
-¿Quién es? -preguntaron los cabritillos.
-Soy vuestra madre. Abridme. Os traigo del mercado cosas muy ricas para comer -dijo el lobo con su voz nueva y fina.
-¡Mamá, mamá! -gritaron los cabritillos creyendo que la voz que hablaba era la de su madre. Y ya iban a abrir la puerta cuando el hermano mediano, que era muy listo, dijo:
-¡Enséñanos la patita por debajo de la puerta!
Y el lobo no tuvo más remedio que enseñar su pataza negra y peluda.
-¡No eres nuestra madre!¡Eres el lobo! ¡No te abriremos! -le gritaron los cabritillos.
El lobo se puso aún más furioso que la primera vez y dio tantas patadas y tantos empujones a la puerta que se quedó sin aliento. Entonces se sentó en una piedra y se puso a pensar:
-¡Ya sé lo que voy a hacer!
Y se fue a ver al molinero.
-Dame una orza de harina inmediatamente.
Y el molinero, que le tenía mucho miedo, se la dio.
El lobo metió la pata en la orza para que se le blanquease. Y volvió a casa de los cabritillos. ¡Toc, toc, toc! Llamó a la puerta.
-¿Quién llama? -preguntaron desde dentro.
-Abridme, hijitos míos. Traigo el canasto lleno de buenas cosas para comer -dijo el lobo con su voz más suave y fina.
-¡Enséñanos la patita por debajo de la puerta!
El lobo enseñó su pata bien rebozada en harina.
-¡Esta vez sí que es mamá! -dijeron los cabritillos al ver la pata blanca. Y abrieron la puerta. El lobo entró, se comió a los cabritillos y se gue camino de su guarida.
Pero no se los había comido a todos. El cabritillo más pequeño se había escondido en la caja del reloj.
Al cabo de un rato llegó Mamá Cabra y se encontró la puerta abierta y la casa vacía:
-¡Ay, mis hijitos! ¡Seguro que a todos se los ha llevado el lobo!
-¡Quedo yo! -exclamó el pequeño saliendo de la caja del reloj.
Mamá Cabra y su hijo comenzaron a seguir las huellas de la malvada fiera. Encontraron al lobo a la sombra de un árbol. La barriga le pesaba tanto que se había sentado a descansar y se había quedado dormido.
Mamá Cabra se acercó calladita, abrió la barriga del lobo y liberó a los cabritillos. Luego, entre todos, llenaron el vientre de la fiera con piedras bien gordas, se la cosieron y se escondieron. Cuando el lobo se despertó, sintió mucha sed y se acercó al río para beber, pero la barriga le pesaba tanto que se cayó dentro del río y se ahogó.
Los siete cabritillos se fueron a casa para comer las ricas cosas que Mamá Cabra había comprado en el mercado.