El perro aterrado
by avomega in
Personal
0
0
3 by January by 2023
Érase una vez un perro llamado Kutta que vivía en una gran ciudad de la India.
No tenía dueño y se dedicaba a vagar por las callejuelas olfateando todas las esquinas, casi siempre buscando algo para comer.
Su vida era tan solitaria que solía recurrir a la imaginación para hacerse una idea de cómo eran las cosas, de cómo funcionaba el mundo. Se puede decir que Kutta se pasaba el día haciendo conjeturas de esto, lo otro y lo de más allá.
Por ejemplo, si una señora lanzaba a la vía pública las sobras del caldo, él pensaba:
– ‘¡Oh, qué generosa es esa mujer! Seguro que me ha visto, se ha dado cuenta de que tengo hambre, y muy amablemente ha tirado los huesos para que yo me los zampe.’
O si un chaval arrojaba un palo al aire, sonreía y se decía a sí mismo:
– ‘¡Qué chico tan simpático! Lo lanza lejos porque sabe que a los perros nos encanta ir a buscar palitos y pelotas. Estoy convencido de que lo que quiere es jugar conmigo y que si pudiera me adoptaría.’
Kutta veía la vida a su manera, desde su punto de vista particular, y era feliz.
——–
Sucedió que un día pasó por delante de una verja que servía para delimitar un espléndido jardín. Casualmente, el portón de entrada estaba abierto de par en par.
– ¡Oh, qué sitio tan bonito! … ¡Y no parece peligroso! Daré una vueltecita a ver qué encuentro.
Kutta entró y se paseó tan campante, como si fuera el señor de la propiedad, entre árboles altísimos y flores exóticas. Por fin, después de un largo recorrido, llegó a un estanque lleno de pececitos azules. Ante una visión tan encantadora comenzó, como siempre, a fantasear.
– ¡Oh, qué preciosidad! Esto debe ser el paraíso en la tierra porque todo en este lugar es maravilloso. Me apuesto la cena de esta noche a que aquí vive un príncipe.
Rodeó el estanque, cruzó una arboleda, y ante sus ojos apareció un increíble palacio de mármol, coronado por una cúpula dorada que relucía bajo el sol.
– Ma… ma… ¡madre mía, qué pasada de casoplón!
Tras el impacto inicial, a Kutta le faltó tiempo para retomar su manía de sacar conclusiones de todo.
– ¡¿Pero dónde estoy?!… ¡Este lugar es alucinante! A la vista está que el dueño es alguien muy inteligente porque para conseguir esta mansión hay que ser espabilado y saber cómo ganar mucho dinero.
Jamás había visto nada tan hermoso. Fascinado, siguió haciendo cábalas.
– Lo que está clarísimo es que se trata de una persona elegante, apuesta, de exquisito gusto. ¡Seguro que viste las mejores sedas del país y adora las joyas!
Kutta se moría de ganas de entrar, por lo que dejándose llevar por sus cuatro patas flacuchas se plantó en la impresionante escalinata de la entrada. No vio a nadie y siguió barruntando quién sería el afortunado poseedor de esa casa tan fabulosa.
– No hay duda de que quien vive aquí es una persona muy feliz. ¡Imposible ser desdichado cuando se tiene tanto!… Sí, es innegable que su vida es maravillosa.
Kutta estiró el cuello y subió de puntillas los escalones, actuando como si fuera un tipo distinguido acudiendo a un baile de gala. Al llegar arriba, se sorprendió.
– ¡Anda, pero si esta puerta también está abierta!