La paloma del amor
by avomega in
Personal
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9 by March by 2023
Hace mucho tiempo, en la antigua India, vivía un niño muy tímido y asustadizo. Los demás niños de su entorno eran valientes y disfrutaban de las noches oscuras, alumbradas tan solo por la luna y las estrellas. El niño tímido y asustadizo, sin embargo, tenía mucho miedo a la noche y no salía de su casa desde que se ponía el sol.
El resto de los muchachos también pasaba largas horas cazando y navegando peligroso ríos en canoas fabricadas con corteza de abedul, y eran muy felices viendo como el agua les sorteaba de un lado para el otro. El niño tímido, por el contrario, tenía mucho miedo del agua y de las criaturas del bosque (¡sobre todo a los osos!), por lo que no abandonaba el calor de su hogar por el de una acampada.
Pero un día la mamá del pequeño se puso enferma, y al ser huérfano de padre, no tuvo más remedio que adentrarse en el bosque para cazar algo. Así, el niño se escondió durante día con su arco y con sus flechas y esperó a que cayera la noche para dar con alguna pieza. Al anochecer el miedo se iba apoderando cada vez más del pequeño, pues se oían unos inconfundibles gruñidos de oso, así como las ramas secas crujir bajos sus enormes patas.
Una leyenda india decía que en el bosque, además de animales salvajes, había un espíritu bueno que protegía siempre que podía a su pueblo cuidándole de todo mal, y en ello pensaba el pequeño niño tímido para que los dientes no le castañetearan de miedo. Y aquel espíritu existía de verdad, y aquella misma noche se topó con el niño, escondido detrás de un pino y dando gritos de terror:
Leyenda La paloma del amor
¿Pero qué es lo que escucho? —preguntó el espíritu bueno—. No había escuchado nunca llorar a un niño por aquí. ¿Quién es el cobarde y de qué tiene miedo?
Tras la pregunta el niño salió de detrás del pino y dijo al espíritu:
He tenido que venir con mi arco y con mis flechas a buscar comida porque mi mamá está enferma, pero no puedo adentrarme más porque los osos me dan mucho miedo.
No debes tener miedo de nada, hijo, ni siquiera de los osos, porque ellos se encuentran muy lejos aunque sus rugidos suenen tan cerca.
Pero no puedo evitarlo, porque siempre pienso que me van a comer—. Y tras aquellas palabras comenzó a llorar de nuevo y aún más fuerte. ¡Quiero tener poderes para poder escapar si algún día me pillan!
Entonces, sabedor el espíritu del poder de su magia (imposible de controlar ni siquiera por él mismo), miró al niño con preocupación, comprobando que su deseo se iba a cumplir pero no como él quería. Y nada más dejar de llorar, el niño se convirtió en una pequeña paloma blanca, y su arco y sus flechas cayeron de golpe al suelo junto con su ropa y sus zapatos. El pequeño ya no tenía ni cuerpo ni manos para sostener sus cosas y, aunque quiso llamar a su madre, rápidamente se dio cuenta de que tampoco tenía voz y de que el único sonido que podía hacer era un suave gorjeo.
Tu deseo se ha cumplido, pequeño, y ahora tienes alas para volar y para escapar de los osos.
Así, durante años y años, la paloma voló temerosa de aquí para allá, emitiendo su tímido arrullo y posándose de vez en cuando en el alféizar de su madre. Pronto los rumores sacudieron al pueblo indio, que no tardó en construir palomares para que pudiera refugiarse y vivir en paz. Y para que su querida madre no le echase tanto de menos, el niño (ahora paloma) comenzó a buscar hojas de papel con símbolos y a atárselas en su cuello, escondidas entre las plumas, para dar bonitos mensajes de amor y esperanza. Poco después, y cuando ya dominaba la técnica, también empezó a elaborar cartas para las demás personas de su tierra, y especialmente para otros niños que, como él antes, vivían con miedos y temores.
Y así fue como, hace muchísimo tiempo, las palomas se convirtieron en un símbolo del día de San Valentín, demostrando que, aunque a veces tengamos miedo, siempre es preferible enfrentarse a él cuando algo de verdad importa
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