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Aunque soy mi propio renacimiento,
no olvido que he muerto en vida de la tristeza.
Y si supieras que las pesadillas se cumplen
vivieras como si mañana ya no existieras.
He perdido la cabeza
por esta ansiedad que me supera;
he gritado con la ira apuñalando mi cuerpo,
pero siento que nadie me ha escuchado.
Al final con mi propia cólera me he dañado
y he comprobado que quien cura no es el tiempo.
Lo sé, no conocí Dios, sólo pruebas de fuego
y si algo me curó, sólo fui yo.
Porque ahora, después de tanto odio por todo,
después de tantas batallas donde toqué fondo
y de tantas lágrimas que jamás lloré
pero por las que casi me ahogo,
soy la mujer que nadie va a poder vencer.
Pero ahí están todas las cicatrices
con todas las historias que sólo yo sé.
No te atrevas a mirarme
creyendo saber cómo soy y juzgarme
sin haber visto la sangre de cada vez que morí.

Porque si me ves indemne
es porque siempre volví
cada vez más fuerte.