UN PAR DE DATOS
by Immortal in
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10 by April by 2025
Colapso del alquiler en Cataluña: Se esfuma el 58% de la oferta de pisos y los precios suben el 5,5%
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DATO:
Lo que NO salió en las películas de la Guerra de Troya, y sí sale en los antiguos escritos sobre el tema...
El combate entre Aquiles y Pentesilea, reina de las amazonas
Tras la muerte de Héctor, nuevas fuerzas llegaron a Troya. Entre ellas, las temibles amazonas, mujeres guerreras comandadas por su reina, Pentesilea, hija de Ares. Orgullosa, valiente y dotada de una destreza marcial extraordinaria, llegó para luchar del lado troyano, buscando redención por la muerte accidental de su hermana.
En el campo de batalla, Pentesilea desató el caos con su lanza y su escudo. Nadie podía detener su avance… hasta que Aquiles, el héroe griego por excelencia, se le enfrentó. Ambos eran reflejo del mismo espíritu guerrero: veloces, poderosos, majestuosos.
El combate fue brutal, igualado, casi coreográfico. Se movían con gracia mortal entre el polvo y la sangre. Finalmente, Aquiles logró atravesar el corazón de la reina. Pero al verla morir, retiró su casco… y quedó maravillado por su belleza. En ese instante, Aquiles sintió amor, o quizá remordimiento. Fue una victoria que le dolió profundamente.
Este combate simboliza la paradoja de la guerra: gloria y tragedia, belleza y muerte, fuerza y vulnerabilidad.
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Medea y Jasón.
Hace muchos siglos, en la lejana tierra de Cólquide, vivía Medea, hija del rey Eetes y nieta del dios del sol, Helios. No era una princesa cualquiera. Medea era una poderosa hechicera, sacerdotisa de Hécate, conocedora de plantas, venenos y con una sabiduría que inspiraba respeto y temor.
Un día, un joven griego llamado Jasón llegó con una misión casi imposible: recuperar el vellocino de oro, un tesoro sagrado custodiado por bestias y protegido por magia. Jasón no vino solo; llegó con un grupo de héroes conocidos como los Argonautas. Pero incluso con toda su valentía, sabía que sin ayuda no lograría completar su misión.
Los dioses intervinieron. Afrodita hizo que Medea se enamorara profundamente de Jasón. Tocada por ese amor repentino, Medea decidió ayudarlo. Le entregó ungüentos mágicos para protegerse del fuego de los toros encantados, le enseñó cómo enfrentarse a los guerreros surgidos de la tierra y lo guió para dormir al dragón que custodiaba el vellocino.
Pero el precio de su ayuda fue alto. Al huir con Jasón, Medea traicionó a su familia. Para retrasar la persecución de su padre, ayudó a que su propio hermano menor fuera atrapado. A partir de ese momento, no hubo retorno. Se volvió extranjera en su propia historia.
Jasón y Medea viajaron por tierras extrañas. En Yolcos, la ciudad natal de Jasón, ella usó su astucia para eliminar al rey Pelias, el usurpador del trono que debía ser de Jasón. Pero en lugar de agradecerle, el pueblo los rechazó. Fueron exiliados. Así comenzaron una nueva vida en Corinto, donde tuvieron hijos y vivieron en paz… por un tiempo.
Con los años, Jasón cambió. Ambicioso, buscó una nueva alianza: casarse con la hija del rey Creonte de Corinto. De ese modo, obtendría poder y seguridad. Para eso, debía dejar atrás a Medea. La mujer que lo había salvado, que lo había seguido por todo el mundo, que lo amaba profundamente.
Medea quedó devastada. Había entregado todo: su hogar, su familia, su seguridad… Y ahora era reemplazada.
Pero no se quebró.
Jasón pensó que ella aceptaría su decisión en silencio. Pero Medea, traicionada y sin patria, eligió actuar. Fingió aceptar su destino y envió regalos a la nueva esposa de Jasón: un vestido y una corona. Eran hermosos, brillantes… y mágicos.
Cuando la joven se los colocó, el hechizo se activó. Una energía ardiente la envolvió, y el palacio cayó en caos. El rey Creonte intentó salvarla, pero también cayó víctima del hechizo.
En medio de la confusión, Jasón corrió a buscar a sus hijos. Pero Medea ya se había ido. Algunos relatos dicen que, en su dolor, tomó una decisión final: impedir que Jasón pudiera llevárselos. Otros sugieren que huyó con ellos para protegerlos. Lo cierto es que Medea desapareció antes de que él pudiera encontrarla.
Montada en un carro enviado por su abuelo Helios, tirado por dragones alados, Medea voló lejos, dejando atrás ruinas, fuego y silencio. Su figura se perdió en el cielo mientras Jasón, solo entre las cenizas de sus ambiciones, quedaba para siempre marcado por su traición.
Así termina la historia de Medea: no como una víctima, ni como una heroína tradicional, sino como una fuerza que no aceptó ser olvidada.