El tiempo entre peceras

En los tiempos de crisis que vivimos parece increíble que haya personas que no valoran su trabajo.

Ciertos funcionarios de cierta universidad de cuyo nombre no me quiero acordar, parecen olvidar lo afortunados que son de poder llevar dinero a casa. No hay más que ver lo desagradables que se ponen algunos cuando vas a pedir cualquier cosa, por mínima que sea.

"Hola, buenos días. Quería una cabina de estudio", dices con tu mejor sonrisa. "Rellena tú los datos", contestan con su mejor ceño fruncido. Desmotivada, llegas hasta la "pecera" (que es como son conocidas las citadas cabinas, dado que se trata de 3 paredes de cristal en el pasillo de la facultad).

No suficiente con eso, descubres que vas a tener que volver a hablar con el/la "simpático/a" de turno para pedir el mando de la bomba de calor, ya que en la pecera hace más frío que al otro lado de El Muro.

"Hola otra vez. ¿Podría darme el mando de la bomba de calor de la pecera X?¿Digoo, de la cabina de estudio X?", te corriges consciente de que no le va a hacer gracia que llames a ese lugar de otra forma. "¡¡CABINAS DE ESTUDIO!! ¡¡NO SON PECERAS!!", te responde adquiriendo un leve tono rojizo en la tez. "Eso he dicho, cabina de estudio", respondes tímidamente, rezando porque esta vez cuele. "Eso es. Llegas a decirme 'pecera' y no te doy el mando". Mientras te tiende el mando con una mano, no te quita ojo, intentando detectar cualquier vacilación en tu mirada que delate el pequeño error que has tenido al hacer el pedido.

Bastante tienes con tener que pasar algunas veces hasta 10 horas allí como para ponerte a discutir con nadie, pero lo cierto es que en tu interior hay una voz que desea gritarle: "¡¡ SI NO LE GUSTA SU TRABAJO, DEJE SU PUESTO A ALGUIEN SÍ LO VALORE!! ¡¡Y PRUEBE A DESAYUNAR ALL BRAN!!"