Escribiendo cosas sueltas
by irium in
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19 by June by 2016
Hoy os quiero dejar un pequeño borrador, de la introducción de una de las historias que me ha dado por escribir. Es un proyecto que llevo varios años dándole vueltas sin decidirme nunca a ponerme con el. Pero es posible que durante este verano en ratejos libres le vaya dando forma.
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Salio de la posada y respiro profundamente el aire nocturno procedente del cercano mar. Era una noche esplendida; el cielo totalmente despejado, mostraba sus estrellas como si fueran pequeños diamantes resplandecientes. A si mismo Asturi, la más brillante de las lunas que surcaban los cielos de Envyr, se encontraba en su fase llena. Lizou rió por lo bajo, compartía con esta luna una relación de amor odio. Desde siempre le había fascinado como iluminaba la noche, le daba un toque mágico a todas las cosas bañándolas con su plateada luz, y en noches como aquella, le hacia sentirse especialmente animado y cargado de energía como cuando era joven. La cuestión era que su amante, le había jugado algunas malas pasadas a lo largos de los años, haciendo que su trabajo se complicara en los momentos mas inoportunos. Pareciera que a Asturi, le desagradara su ocupación, no la culpaba de ello, ser un asesino solía conllevar no tener amigos, aun menos, alguien a quien amar, el lo sabia bien. Contemplo el cielo durante unos segundos mas, se echo la capucha sobre la cabeza, y desapareció como si nunca hubiera estado, quedando la salida de la posada desierta. Solo un susurro apenas perceptible fue arrastrado por el cálido viento segundos después.
-Algún día mi resplandeciente dama, algún día.
Lizou se podía considerar un raro ejemplar en el negocio de la muerte, muy pocos en su profesión llegaban vivos a su edad, la cual debía rondar los cuarenta años, aunque no estaba muy seguro, nunca se había preocupado de contarlos. De estatura media, pelo castaño oscuro con algunas canas propias de su edad y con unos rasgos faciales comunes, le convertían en alguien a quien no se le miraba dos veces ni uno se quedaba con su cara, algo por lo que estaba agradecido a sus padres fueran quienes fueran. De entre todos los asesinos en activo, y a pesar de la edad, el seguía estando entre los mejores y su reputación solía precederle. Nunca había fallado un trabajo, y pese a ser tremendamente efectivo, sabia donde estaban sus limites. Jamas aceptaba un trabajo que le sobrepasara, cosa que raramente sucedía, ni aquellos que de alguna forma le perjudicaran personalmente. Esto último le había sucedido la noche pasada, y ahora mientras recorría las silenciosas calles de Nims capital de Cialan, lo volvía a recordar mientras su rostro mostraba preocupación bajo la caperuza.
Xarach, líder de la orden del Susurro, estaba esperándolo en su despacho. Al contrario que Lizou, el si tenia un físico que no pasaba desapercibido. De melena rubia, con casi dos metros de altura, una fuerte musculatura y el hecho de que tuviera un ojo verde y otro azul, no pasaba inadvertido. Debido a su condición de líder de la orden, apenas solía salir fuera de la mansión destinada a organizar los encargos, al menos que Lizou supiera. La mansión en si era bastante aséptica, y organizada de tal modo que los encargos se entregaran con la mayor privacidad posible y los asesinos estuvieran el menor tiempo posible en su interior, para no llamar la atención. Termino de deslizarse por la puerta entreabierta y observo rápidamente todos los rincones del despacho, el cual era la única excepción en la monótona sede de la orden. Era una amplia habitación decorada con armas exóticas de diferentes tierras y estantes con frascos, rellenos den líquidos y polvos de diferentes colores, que cualquier asesino experimentado sabría reconocer como venenos o ingredientes de los mismos. Sentado tras un antiguo escritorio de oscura caoba, Xarach contemplaba unos documentos que en menos de un segundo deslizo hacia uno de los cajones del mueble, tras percibir al recién llegado en el umbral de la habitación. Eso no impidió que Lizou vislumbrara el sello real y el nombre de Xarach en alguno de ellos
- Lizou viejo amigo, veo que la edad no te ha hecho menos silencioso, hace mucho tiempo que no te vemos por nuestras sedes. Odiaría pensar que ya no disfrutas de nuestra compañía-
Su voz y su cara mostraban camaradería y fraternidad, pero los ojos nunca mentían, y los de este para no variar, ocultaban demasiadas cosas para el gusto de Lizou. Aun así, como otras tantas veces siguió el juego y se sentó en una silla enfrente del escritorio.
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