La escala de los mapas
by sanalen in
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26 by September by 2016
"Un jueves de lluvia, con seriedad, pronunciaste el verbo fatídico: "Te quiero", dijiste, y se hizo tarde de golpe. Demasiado tarde para eludir el augurio de tu declaración. Bajo los aleros, en la plaza San Ildefonso, me llevé el dedo a los labios. Calla, calla, geógrafa mía. Cada "te quiero" resta un segundo de vida a los escasos segundos de la ficción amorosa. Indiferente, tú extendías la mano en espera del fin del chaparrón. Sin atender a la catástrofe desencadenada, tú metías las manos en mis bolsillos; tiritando, te dejabas abrazar. Brezo, pensé, si pudiera seguir comportándome como si no lo hubieras dicho. Todo "te quiero" entraña una promesa y las promesas nos dañan, pues dividen la vida en momentos de obediencia y momentos de traición. Yo digo "te quiero" y desato tu fantasía. Si una brizna de paja se convierte en viga en el ojo ajena, una pequeña promesa se convierte en presagio de dicha que trae consigo el fraude, un principio de rencor por lo hablado y no cumplido. ¿Y quién podrá cumplirlo? Nadie, nadie. Brezo, los amantes no son, como dijera Shakespeare, el monstruo de dos espaldas, ni tampoco el ave fénix que renace de sus cenizas sino más bien la fiera que se come a sí misma. El amor se autodestruye no para sobrevivir sino para vivirse; no a la manera del grano de trigo que cae en la tierra y da la espiga, sino como el cohete que arde en el cielo, y en el arder existe y se da muerte"
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