Una visión diferente
by Un Juntaletras más in
Personal
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12 by December by 2016
Cuando la jornada duda de su propia identidad, una ciudad milenaria aprovecha la confusión para desnudarse bajo la atenta y ruborizada mirada del cielo y maquillarse con las vergüenzas y miedos de los cínicos valientes a los que resguarda de un frío social. Una céntrica avenida tiñe el techo de su noche en un continuo arcoiris de capas de estrellas palpables, más calientes que las de verdad pero más inalcanzables por ser de uso público. Bajo todas esas azoteas ciegas, un ruidoso río de un trillón de personas que caminan a ras de suelo como cientos de aves vuelan en bandada en una perfecta coreografía en la que ni una sola vez se rozan sus plumas.
Bajo la atenta mirada de nadie, una joven pareja camina entre la multitud riendo y jugueteando con la vitalidad de un corazón enamorado. Pasan al lado de un niño pequeño, de unos seis o siete años, cuyo llanto desconsolado se ahoga en el bullicio imperturbable y en una palabra: mamá. Esa madre puede ser cualquiera de las decenas o cientos de mujeres que se dejan llevar por la corriente, pero es probable que sea la que pide ayuda a un par de policías locales a tan solo unos 20 metros de su pequeño. Sin poder verlo, sin poder oírlo, sin poder abrazarlo. Pasarán minutos u horas hasta el reencuentro. Agónicos momentos para todos los implicados.
La calida luz de las farolas sigue teniendo protagonismo en el suelo aunque las miradas se centren en la frialdad que otorgan los filamentos encerrados en esas prisiones de cristal que cuelgan del cielo como si del trabajo de un mago se tratase. Poco a poco, la serenidad recupera el terreno que un día fuera exclusivamente suyo, pero solo será hasta que el barbecho de las tiendas se recupere de la explotación del día. Los encargados de adecentar las calles envueltos en sus uniformes naranjas se arman y salen al combate silencioso, a esa guerra que ocurre cada día y que nadie quiere ver, tal vez porque recuerde a la mierda que cada uno arrojó en el pasado.
El día vuelva a titubear sobre su propio nombre en su inevitable decrepitud. Una niebla más o menos espesa acompaña a los héroes anónimos en su recogida y saluda a los protagonistas de la intrahistoria de la urbe que retoman con resignación y abatimiento su vuelta al trabajo. Antes de que nadie pueda acostumbrarse, un nuevo interrogante se cernirá sobre la tierra y dejará que vuelva a brillar el ingenio humano. Y mientras tanto, los más fieles amantes de las calles, sus más leales compañeros, van cayendo en el más oscuro vacío entre las miradas apartadas y el desprecio gratuito.
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