Viaje de tren

¡Buenos y nebulosos días!
El anterior fin de semana tuve el placer de viajar en tren, digo placer porque el viaje era de 6 horas. El plan era sencillo, maleta con peso ligero y llegar al tren a su hora (para mi esto es una aventura). Una vez en el interior del tren, busqué sitio donde colocar mi pesada maleta (ya que en mis cálculos no contaba con cantidad de regalos indigentes). Como todo estaba lleno no me quedó más remedio que subir la maleta al compartimento superior. Como sabréis, normalmente, los revisores suelen ayudarte con este tipo de cosas, en especial si pesa la maleta, pero no había ninguno.
Tuve que vérmelas para subir la maleta por encima de mi cabeza y colocarla, mientras todo el vagón me miraba. Nadie fue un buen samaritano y ayudarme a subirla, de hecho, si por un casual yo les miraba, ellos giraban la cabeza y seguían a sus cosas.
No es obligación de nadie prestarse a ayudar, pero me sorprendió que ninguno lo intentara. Bueno, la única que se prestó a hacerlo fue una señora bastante mayor, pero me negué.
Descubrí dos cosas, una: hay personas que prefieren quedarse cómodamente sin problemas en sus asientos y dos: una posible carrera profesional como levantadora de piedras. No todo es malo.