fauna de biblioteca

Con la llegada de Diciembre y las vacaciones a la vuelta de la esquina, llega la colección otoño-invierno del postureo en bibliotecas.
Si, se hace odioso para los que realmente vamos allí a hacer cosas y llevamos yendo desde el inicio de las clases. Añoro la calma de estos meses en los que sólo estáis los cuatro conocidos-desconocidos de siempre, la bibliotecaria ya te conoce por tu nombre y no tienes que pelearte por un enchufe.
Ahora no hay calma, parece un desfile incesante de pavoneo y hormonas. Las chicas (no todas) con sus risitas estridentes para llamar la atención de a saber quién, los chicos con voces más graves que no saben lo que significa susurrar para evitar que las tres plantas nos enteremos de lo que ha desayunado, la persona de turno que no deja de pasearse para que se vea bien que está en la biblioteca. Ah, y como no: la diva que va con tacones y parece el caballo de Atila.
En cuanto a los especímenes que te pueden tocar en tu misma mesa hay una fauna del todo variada. Tenemos a los que se dedican a pasar las hojas haciendo mucho ruido, pero que no les da tiempo ni a pillar ni un concepto. A los que subrayan como si se acabara el mundo que parece que el rotulador va a atravesar el folio y pintar la mesa. A los que no paran de mover la mesa con su incesante movimiento nervioso de rodillas. A la persona que no tiene constancia de la existencia de los kleenex y no deja de hacer ruiditos con los mocos. Y al empanado/a de turno que se pone a reflexionar mentalmente sobre la finitud del universo y te mira largas horas con la mirada perdida y la boca abierta. Si, tu!! Que se te va a meter la mosca en la boca.
También está esa persona que se sienta a tres mesas de distancia y se pone los cascos para evadirse del ruido o concentrase mejor, pero que no se da cuenta que tiene la música tan alta que los de la planta de arriba están montando una pelea de gallos con el ritmo de su música. Que digo yo, no hace falta que te pongas las complete nocturnes de Chopin, pero con esa música y ese volumen, ya te digo yo que estás sufriendo la mayor apotosis de la historia.
¿Recordáis lo que explicaba el otro día sobre la misofonía? pues si, para los que somos un poquito sensibles a los ruidos es la mar de divertido. Ah, y al hilo de esto. También están las personas que se ponen a comer frutos secos en la biblioteca. No podías comprar gomiositos, no! Tenías que llevar kikos bien tostados y crujientes, que encima te piensas que masticando cada 10 segundos haces menos ruido, pero no, sólo prolongas nuestro sufrimiento x10. Y da igual que esta persona esté sentada a tu lado o en la planta de arriba en la zona más apartada de ti: lo escuchas igualmente.
Y luego, ojo. Que si miras mal a esa fauna para que pillen la indirecta y dejen de molestar o entiendan que están perturbando el silencio no lo pillan. Si les dices algo, te miran mal con cara de superioridad y siguen a lo suyo. Bueno, pues como en esto de las bibliotecas ya estoy curtida y si voy allí es para poder concentrarme, ya tengo mis métodos para espantar a esta gente o, al menos, evitarla. Por suerte algunos de los más habituales ya nos conocemos y, sin haber mediado palabra nunca, tenemos nuestros códigos de aviso.
Pero bueno, es lo que toca aguantar. Lo peor, pues que estamos en diciembre y lo malo está por llegar. Espero que enero pase pronto.
Pues eso, que menos mal que hoy mi paso por allí ha sido breve, tenía al lado a una maltratadora de calculadoras (que encima su calculadora estaba coja) y estaba aporreando de tal manera las teclas que pareciera que fueran a aparecer los números grabados en la madera de la mesa.
Buen día gente!!