Minicuento II
by Un Juntaletras más in
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14 by January by 2017
Entró al bar entre los jóvenes y los borrachos que ya se amontonaban como piezas de tetris caídas. Se sentó en un taburete frente a la barra y pidió al camarero un whisky solo sin hielo, como en los mejores westerns. Este puso un pequeño vaso de cristal delante del vaquero herido y se agachó para coger una botella medio vacía para servirle el néctar de la noche. Antes de terminar, el encargado le pidió el tributo en forma de oro, a lo que el forastero respondió entregando unas pocas monedas de su bolsillo.
El pobre diablo se dejó caer sobre la barra mojada por la condensación de los vasos previamente servidos apoyando su cabeza en el antebrazo izquierdo y mirando el dulce y amargo veneno que mecía con la mano derecha. Poco a poco se iba desmoronando la sombra del sueño que era su vida y su plena existencia. Poco a poco se asomba al abismo más oscuro que jamás había no oído. Dejó reposar el recipiente translúcido y jugó a pasar un dedo tras otro por el borde del mismo. Tal vez buscase la calma de una armonía imposible porque aquella partitura estaba rota, o tal vez solo quisiese alargar lo inevitable a espensas de una mano amiga que nunca llegaría.
A través del cristal de su vaso vio algo moverse bajo una tenue luz anaranjada en la otra esquina del bar. Aparto un poco su abrevadero y pudo observar a una chica de unos 20 años armada únicamente con una guitarra y unos nervios imposibles de esconder. Ajustó el micrófono y lo probó dando unos pequeños golpecitos casi rozando la llema de su dedo índice contra él. El ruido general hacía difícil poder oír los altavoces con tan poca intensidad como la que usó. Se sentó en un taburete como el del forastero. Volvió a ajustar el micrófono. Se dio cuenta de su temblor. Estiró la mano, tomó aire y cerró el puño mientras liberaba muy lentamente el oxígeno de sus pulmones por una fina apertura. Cuando se calmó, se lanzó a tocar y a cantar. Interpretó a su manera el tema House of the Rising Sun.
Su voz, dulce y desgarrada, peleó con timidez pero con fuera para abrirse paso ante el bullicio. Frente a su pequeño escenario, su rincón de sueños, unas pocas personas prestaban atención desde sus mesas. El vaquero también, estaba absorto, aunque no entendía la letra de la canción. Pero no le hacía falta. Solo supo captar la elegante danza de sus dedos entre las cuerdas y su caminar por el mástil. Solo supo leer en sus labios la suave brisa que debe soplar en un oasis. Ni tan si quiera se fijó en su rostro, oculto en su mayoría por una cascada de pasión, tal vez por metonimia, tal vez por efecto del foco.
Terminó la canción y recibió los cálidos aplausos de aquellos que la habían adorado. El vaquero miró a su vaso y de nuevo a la cantante por última vez para sonreír agachando la cabeza y salir del bar como entró.
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