WALL·E
by Un Juntaletras más in
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15 by May by 2017
Cuando miramos al pasado, a nuestra infancia y adolescencia, no es muy difícil encontrar los hitos que nos condujeron a lo que hoy somos. Siempre hay una persona, un libro, una canción... algo que se nos graba a fuego en la cabeza y que activa un interruptor para que nada vuelva a ser lo que era. En mi caso fue una película. Después de verla por primera vez sabía que algo en mi interior se había movido. Entonces era todavía muy niño para darme cuenta y seguramente tampoco ahora pueda cuantificar el efecto que tuvo en mí, pero el día que mis ojos se impregnaron de la magia de WALL·E algo en mí empezó a brotar.
Cuando el cine estaba aprendiendo a andar y no había más sonido para las películas que el del proyector en funcionamiento, la gente de la sala y la música en directo en los casos más excepcionales, los directores tenía que comerse la cabeza para contar todo lo que querían solo con imágenes. Seguramente más del 70% de las técnicas y efectos de grabación que existen hoy nacieron con el cine mudo. Pero al poder transmitir información a través de mil canales distintos, el uso de la cámara como herramienta narrativa suele olvidarse la mayor parte del tiempo.
Sin embargo, los primeros 40 minutos de WALL·E son de cine mudo. Hay sonido, sí, pero no diálogos. Las únicas palabras que se dicen durante todo ese tiempo son WALL·E, EVA, "instrucción" y "clasificado". Todo lo demás es parte de la banda sonora o del conjunto de sonidos propios de cualquier película. Y es precisamente esa falta de significante directo lo que obliga a mostrar todo el significado de manera visual. Es maravilloso ver cómo te cuentan absolutamente todo lo que necesitas saber sobre lo que ha ocurrido en el planeta y cómo es WALL·E solo con imágenes.
En realidad, la personalidad de casi todos los robots se construye únicamente con imágenes y sonidos casi onomatopéyicos. Esa es la magia del cine. Esa es la razón por la que esa primera parte de la película te absorbe y te deja completamente aturdido cuando oyes hablar a alguien y piensas "hostias, que en todo este tiempo nadie ha hablado".
Se habla mucho y con razón de los primeros diez minutos de UP, pero el nivel de dirección de la primera mitad de WALL·E está muy por encima de la mayoría películas de Pixar. Seguramente solo la saga de Toy Story y Buscando a Nemo tengan potencial para hacerle sombra en ese campo a esta cinta. Y aunque podría regalarle mi alma al diablo para que lo único que viera en mi eterno periplo por el infierno fuese ese trozo en bucle, esta película tiene muchísimo más que ofrecer.
Porque los de Pixar no dejan nada al azar. Nunca. Si creéis que se han equivocado y se han olvidado algo o la han cagado, os equivocáis vosotros. Cuando WALL·E sale del planeta rumbo a la nave piensas "y ahora, ¿qué?"
Pues lo primero que va a hacer es coger la estética de la primera mitad de la película e invertirla. Todo lo que empieza siendo desierto, basura y aglomeración de lo antiestético va a dar paso a la belleza del cosmos y al paraíso moderno contenido en una nave espacial llena de toda clase de lujos. Y del mismo modo, se invierte la segunda visión de ese mundo yermo y vacío que esconde algo mágico para dar paso a la fruta reluciente y de colores vivos pero podrida por dentro.
Y si la primera parte contiene el mensaje ecologista, la segunda tiene la crítica social. Una crítica muy dura en la que literalmente se empuja y deja tirada a la humanidad que se ha dejado embaucar por las comodidades y que ha olvidado lo que significa vivir. Y para hacerles ver la realidad está WALL·E y su ejemplo de que la inocencia, la bondad, el respeto y el amor, no solo por el planeta sino por todo, son el camino a seguir.
He leído muchas críticas a la segunda parte de la historia argumentando que es demasiado simple y que la resolución se da porque sí. Que tiene altibajos. Que te deja con ganas de más... El voto de esa gente vale igual que el nuestro, así funciona la democracia.
La historia es sencilla pero tiene toda la fuerza y consistencia de los grandes mitos clásicos y cristianos. Es ridículo negarse a ver que la Axiom es el Arca de Noé. Igual que es de tener muy poca cultura general o muy poca cabeza el no darse cuenta de que EVA es Eva no solo por el nombre sino porque lleva en su vientre la vida misma.
Lo de los altibajos es una moda que se ha puesto ahora para criticar todas las películas. Parece que si no tiene un ritmo invariable ya es una mierda. A ver, esos momentos en los que ni la historia avanza ni se desarrollan los personajes ni nos intentan emocinar se llaman pausas. Sirven para que el espectador no se ahogue con sus propias babas o para que pueda liberar algo de tensión y evitar así un amago de infarto. Si una historia no lleva el ritmo de una onda, lo más normal es que te aburras (a no ser que te chifle el cine de gente como Michael Bay). Además, no podemos olvidar que también es comedia y muchas veces se requiere pausa para generar humor. Y más si se intenta hacer al estilo del cine mudo.
Y lo de que deja con ganas de más es cierto. No soy nadie para negarlo. Pero decir que eso es algo malo... Todos los que leáis esto decidme una sola gran película que no os haya dejado con ganas de más. Yo creo que es algo inherente a las buenas historias.
Y como no podía ser de otra forma, WALL·E sigue el estilo de Pixar de incluir cientos de referencias cinematográficas y culturales. No voy a hablar de las autoreferencias como la camioneta o el A-113, pero sí de las influencias que dan forma a la película.
Toda la historia se construye sobre películas o personajes homenajeados de forma directa en la pantalla. Si antes hablaba de que la primera mitad de la película es puro cine mudo es inevitable la referencia a Chaplin, que en este caso se da con la bota en la que se coloca la planta y que es la misma que la de La Quimera de oro.
El inicio y la presentación de WALL·E me recuerdan también mucho a Soy Leyenda, la novela. También diría que hay un poco de Blade Runner en esa primera parte en todo lo referente a la estética de la ciudad, evidentemente afectada por el paso del tiempo.
Y ya en la nave podemos ver desde guiños a Titanic hasta descarados homenajes a Star Wars como el del triturador de basura. Y creo que no es necesario mencionar las continuas referencias a 2001: Una odisea en el espacio y a E.T., encarnado por el propio WALL·E.
Y antes de terminar quiero hacer una confesión, que tampoco es que sea el tercer secreto de Fátima.
Tengo que admitir que no soy fan declarado del cine de amor. Hay algunas películas que sí me gustan o, por lo menos, me parecen interesantes, pero no me suele convencer el género. Las razones son muy variadas. A veces es tan sencillo como que no me creo la relación porque no veo nada de química entre los personajes, como en el caso de Anakin y Padme en la trilogía de las precuelas de Star Wars. Y otras veces es porque lo pintan demasiado irreal: o muy bucólico e idealista o profundamente dramático. Me suelo quedar con las historias más humanas, como la de (500) Días juntos, o con las que se envuelven en un halo de fantasía en el que lo compro absolutamente todo, como La Princesa Prometida.
Sin embargo, tengo que quitarme el sombero para hablar de la historia entre WALL·E y EVA. Para mí, esta es con toda seguridad una de las historias de amor más bonitas que se hayan contado en el cine jamás. La empatía que se desarrolla hacia los personajes permite que sintamos en cada momento lo que ellos van sintiendo.
Cuando aparece EVA, nosotros ya estamos conectados con WALL·E hasta tal punto que notamos el mismo flechazo que él cuando la ve. Más tarde, en la nave, flotamos igual que WALL·E en ese maravilloso vals en el espacio. Y al final de la película hemos conectado tanto con EVA que sentimos cómo se va rompiendo su corazón como si fuera nuestro. En medio hemos sufrido y nos hemos alegrado por y con ellos. Jamás he vivido en el cine una historia de amor que me hiciera empatizar tanto con los personajes.
Pero no es solo lo que nos hace sentir. Es que esta historia no se entiende sin la incansable lucha de WALL·E por enamorar a EVA. Porque sin eso no solo se va a la mierda el plan de vuelta a casa, es que el desarrollo de EVA como personaje no puede darse de esa forma si no es porque WALL·E consigue cambiar su personalidad a base de no rendirse nunca y de darlo todo para que ella sea feliz. Y todo esto ocurre sin que crucen más de cuatro palabras entre ellos dos.
¿Queréis aprender de cine? No dejéis de ver esta obra de arte.
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