Cosas que se pueden explicar, argumentar y defender y cosas que no
by Un Juntaletras más in
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1 by August by 2017
En estos tiempos que nos tocan parece casi imposible escapar de la corriente comparatista que asola la civilización. Todo nace destinado a ser expuesto, diseccionado, analizado y valorado en función de los productos o elementos similares ya existentes.
Ya es imposible producir una película de dinosaurios sin que se compare con Parque Jurásico o escribir un libro de terror o intriga sin que se mire de reojo a King.
Pero eso, aunque no voy a entrar en si es bueno o malo, se puede combatir. Quiero decir, uno puede explicar razonadamente por qué una obra se parece a otra y por qué es mejor o peor.
En Salvar al soldado Ryan y Malditos Bastardos se percibe de forma casi instantánea el tratamiento que le dan tanto Spielberg como Tarantino a los personajes, optando el maestro por un poco de maniqueísmo y el genio loco, por algo más de realismo.
Cuál de estas dos visiones es mejor lo decidimos nosotros mismos según nuestras opiniones, forjadas a base de experiencias y comparaciones. Pero somos capaces de argumentarlo sólidamente.
Uno de mis últimos blogs es una comparación entre Hosoda y Shinkai, con lo cual creo que esa parte la puedo dar ya por resuelta.
Ahora bien, hay cosas que no podemos explicar por mucho que la gente se empeñe.
Y no me refiero a algo tan complejo y puñetero como el amor. Me niego a dedicarle un blog a eso aquí ahora. No. Hablo de una cosa mucho más sencilla como puede ser la atracción física.
Todos aquí tenemos o hemos tenido un amor platónico (para el que tenga dudas, no es un amor imposible al estilo romántico. Es el impulso o el deseo de contemplar y apreciar la belleza en sí, tanto espiritual como física y bellezas más abstractas como la de la sociedad).
En mi caso, uno de mis amores platónicos es Natalie Dormer, una mujer que hace que se me vaya la cabeza volando sin ningún sentido. Y hace poco, comentándoselo a un amigo, me dijo que era una chica muy típica con una sonrisa muy falsa. Ante lo cual respondí "... ¿y?"
No quiso seguir la conversación por ahí porque supongo que se daría cuenta de que conmigo no la iba a llevar a ningún sitio, pero me sirvió para recordar lo absurdo de vivir en una sociedad en la que se tiene que comparar hasta la belleza, quizás lo más subjetivo del mundo, apoyándose en racionalizaciones siempre a posteriori.
Y si esto fuera un blog normal de los que hago (o hacía), terminaría con una pequeña reflexión condensando mi opinión y dejando alguna buena frase de cierre, pero creo que esta vez es mejor que os lo imaginéis vosotros. O mejor dicho, no debería hacer falta que dijera nada más.