Perfect Blue (SPOILERS)
by Un Juntaletras más in
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30 by October by 2017
¿Cuál es el precio que debe pagar una persona por decidir cambiar el rumbo de su vida? ¿Qué le pasa por la cabeza a alguien que acaba consumido por la ficción que él mismo creó pero no es consciente de nada? ¿Cuál es el resultado de darle a un maestro los recursos necesarios para crear arte? Las respuestas a todas estas preguntas se encuentran en los 80 minutos de Perfect Blue.
Satoshi Kon era un genio que, como tantos otros, se fue a una edad muy temprana dejando su brillante carrera a medias. Sin embargo, en los pocos años que tuvo nos dejó como legado cuatro películas y una serie, todas obras de una calidad notablemente superior a la media. Y entre esas películas está Perfect Blue, su ópera prima y la que muchos, entre los que me incluyo, consideran su gran obra maestra.
De hecho, si tuviera que hacer uno de esos odiosos Top10 de las mejores películas de animación de la historia (incluyendo a Disney, Pixar, todo el anime y demás estudios grandes e independientes), Perfect Blue estaría sin ninguna duda entre esas 10 cintas.
¿Y qué la hace tan especial? Bueno, realmente, todo.
Por un lado, decía que es una película que se adelantó a su tiempo de tal modo que hoy sigue manteniendo la misma fuerza en su argumento. Esto se debe a que buena parte de la trama se centra en el efecto que provoca una estrella o un ídolo en alguien que no tiene mucha estabilidad mental, por decirlo así.
Esto no es algo que Kon se invente de la nada. Todos conocemos casos de estrellas mediáticas que han tenido problemas con algunos fans. A veces se trata solo de una simple atracción por parte del fan que no entiende que su ídolo ni si quiera le conoce, pero también puede pasar que se llegue al extremo, como en el caso de John Lennon o tantos otros que no han acabado en muerte pero casi.
Sí, algo así le ocurre a Mima, nuestra protagonista. Pero con Perfect Blue, quedarse en una sola idea y pasar a la siguiente es un grave error siempre. Y lo que esconde en este caso es la amplificación de esta situación gracias a las redes sociales.
Podríamos decir que es casualidad que la historia le haya dado más fuerza a la tesis de Kon, pero lo cierto es que él ya era consciente de los peligros que podía suponer internet. Por eso precisamente crea el blog de "El cuarto de Mima" para que actúe de canal y amplificador de esos sentimientos negativos que proyecta el fan hacia lo que él entiende que es la falsa Mima que ha suplantado a la original, de la que estaba enamorado, en pos de una carrera como actriz.
No es muy diferente de lo que pasa ahora con Twitter o Instagram, por ejemplo. A poco que alcanzas un número notable de seguidores no tardan en aparecer haters que te atacan sin motivo aparente y admiradores demasiado efusivos que no son capaces de distinguir entre la vida real y el avatar de las redes.
Pero si la película fuera solo de eso y del thriller que arrastra dicho fanatismo, Perfect Blue habría pasado a la historia como una buena película. Y no es buena: es una obra maestra. Y lo es por el talento sobrenatural de Kon.
Ya en esta película vemos la mayoría de sus inquietudes y temas recurrentes de cara al resto de su filmografía.
Por un lado, tenemos a la protagonista femenina que debe enfrentarse a su lado más vulnerable y frágil, a problemas superiores a ella que la van desgastando poco a poco pero que tendrá que superar si quiere sobrevivir, avanzar y madurar. No me atrevo a decir que Perfect Blue sea su máximo exponente en este sentido, pero es un buen ejemplo y un perfecto anticipo de lo que será su obra.
De la mano de esta imagen de la mujer nos deja un retrato de la sociedad. Mejor dicho, ejecuta una crítica brutal contra la sociedad otorgándole diferentes rostros, a cual peor y más destructivo.
Si nos fijamos al principio, de todos los personajes que aparecen en los primeros minutos de la cinta, solo Mima y sus amigas entrarían en el canon de belleza establecido por la sociedad. El resto son personas normales, imperfectas pero feas en comparación con esas tres chicas aunque manteniéndose en unos límites. Es como si quisiera decirnos que la sociedad se refleja de algún modo en esos rostros y que solo Mima y las otras jóvenes se encuentran al margen de esa atmósfera. En otras palabras, que los problemas de la sociedad van a venir de ese lado del mundo.
Y entre todos los personajes que aparecen en la película, solo uno aparece con una extraña y aterradoramente deformada imagen, mucho más oscura y perturbadora (por motivos obvios). Él será, a fin de cuentas, uno de los principales objetos de la crítica de Satoshi Kon personificando la locura y el odio irracional de la sociedad.
Y envolviendo todo esto, la verdadera fuerza bruta de la película y su filmografía: el juego entre la realidad y la ficción ( también lo podemos llamar fantasía o ilusiones). Porque esa es quizás la habilidad más reconocible y característica de Satoshi Kon, fundir los dos extremos de la mente de una persona en cuanto a la percepción del mundo de tal modo que sea imposible distinguir en algunos momentos qué está ocurriendo de verdad y qué es un reflejo, un producto de la imaginación del personaje.
Este aspecto se desarrolla en Paprika con mucha más libertad haciendo de la locura una gran fiesta, lo cual no significa que sea más fácil identificar las fronteras oníricas aunque así resulta ser. Pero eso es porque la propia película abre más la puerta en más puntos de la trama.
Perfect Blue desfila por un sendero cubierto de árboles. Al principio sabes perfectamente si pisas sobre la luz del sol que se filtra por las copas o sobre las sombras de las mismas. Mientras avanzas, y sin que te des cuenta, el cielo se va cubriendo de nubes cada vez más densas. La luz llega muy difuminada y no delimita bien el follaje de los árboles sobre tu cabeza. Y entonces, miras al suelo y todo se ha teñido de un gris homogéneo. Pierdes todas tus referencias y solo puedes avanzar o sentarte a esperar que la noche te coma.
Kon construye un laberinto a base de clases magistrales de dirección. Cuando crees que estás ubicado de alguna forma, la cámara gira alrededor de Mima, cambia el fondo y la animación y te encuentras en otro lugar, otro momento y otra acción, tan aparentemente real o más que la anterior. O todo está normal, la acción sigue el curso que debería y, de repente, el siguiente contraplano te rompe por completo la línea del guión llevándote a otra cosa imposible de anticipar.
La película está llena de ejemplos en los que se mezcla la vida real de Mima con el rodaje de su película o con los delirios que le hacen verse a sí misma con el vestido de ídolo pop y ese discurso tan agresivo y destructivo. Pero de todas, la que más me rompió la cabeza en su momento y que todavía hoy me cuesta analizar es la de la visita a la radio, la persecución de su proyección y el atropello.
Por suerte, o por desgracia, Kon nos va dejando pistas para que seamos capaces de guiarnos a través de esta locura.
Por un lado, tenemos los espejos y las superficies reflectantes.
Los reflejos siempre se han asociado a lo irreal, y no es de extrañar que la antigua Mima se le aparezca a la verdadera las primeras veces en cristales y espejos. Y no solo es falso lo que se ve reflejado sino lo que se ve a través de un determinado filtro, como las cámaras del rodaje.
Los cristales, además de tener esa significación narrativa, están cargados de implicaciones secundarias. El ejemplo principal es el de la casi muerte de Rumi, que prácticamente es degollada por unos cristales en los que se veía a la falsa Mima, la que ansiaba ser Rumi y por la que casi muere en su locura.
También son reflectantes o distorsionadores la pecera, el proyector del fotógrafo, la lluvia... Y en todos esos casos tenemos la interacción del mundo irreal.
Y el segundo elemento de guía es la utilización del color.
Durante toda la película destaca un color por encima de cualquier otro: el rojo.
El color rojo acompaña a Mima durante toda la película y se va intensificando a medida que la locura crece y se hace más fuerte. Un claro ejemplo es cuando está en el baño y habla con la Mima del espejo. Dicho baño es completamente rojo y de una tonalidad muy particular que le da a la escena un tono agresivo y muy provocador.
Pero no solo se refiere a la locura de Mima sino al estado de locura general que flota en la historia. Recordad, por ejemplo, cómo se presenta el primer asesinato. La pantalla se va llenando de rojo hasta llegar a un impactante plano del suelo del ascensor, completamente rojo.
O cuando se enfrenta a su acosador y lo mata. Vemos de fondo una cortina roja tanto antes como después del asesinato, pero es un rojo apagado, extraño: no sabemos si es suficiente para la locura de Mima. Es decir, no sabemos si la Mima que ha matado a ese hombre para sobrevivir es ya la que empieza a ser la nueva Mima o si es esa acción la que hace desaparecer a la antigua Mima. Y justo después, para acercarnos al final, Mima y Rumi hablan delante de una puerta de un rojo intenso que baña por completo la imagen con las chicas en unos tonos casi monocromáticos y que anticipa lo que va a ocurrir.
Sin embargo, todo esto me genera un problema en el final de la película. Porque está muy bien desgranar los trucos técnicos de la cinta, ¿pero de qué va realmente?
Perfect Blue tiene como hilo principal la evolución personal de una chica que debe madurar en un entorno muy hostil para encontrarse a sí misma. Por eso se ve perseguida por su propio reflejo del pasado y se enfrenta al paso a su nuevo futuro como si fuera una violación.
Entonces, lo lógico sería esperar que al final superase estos problemas y adoptara una personalidad totalmente propia y mucho más madura a la mostrada durante la hora y media anterior. Y si esto debería ser así, ¿por qué ese final?
Cuando Mima va a ver a Rumi al hospital psiquiátrico después de todo lo ocurrido, ella le dice a un médico que no espera volver a ver a la Rumi que un día conoció, pero que le está agradecida porque gracias a ella es quien es ahora. Y al salir, un par de enfermeras cuchichean a su paso y la reconocen con cierta sorpresa, como el que se encuentra a un famoso.
Con esto sobre la mesa, lo lógico es pensar que Mima se ha convertido en una actriz de renombre y ha aceptado su nueva vida, dejando atrás el mundo de la música y la imagen de estrella del pop. Pero justo después de eso se sube a su coche, rojo, y se quita las gafas para pronunciar la frase "esta soy yo" mirándose al espejo retrovisor.
¿Significa eso que en realidad no ha avanzado sino que ha retrocedido? ¿O tal vez vive su vida pero ha empezado a entrar en la misma locura que consumió a Rumi asumiendo su reflejo pasado como algo real?
También se puede entender como que el rojo no simbolizaba la locura en sí sino el camino que debía seguir Mima para enfrentarla y superarla, como las baldosas amarillas de Oz. Tal vez sea por eso que cuando escapa de Rumi lo hace a través de un montón de líneas y masas rojas. Y también se puede entender que el reflejo que mira no es la antigua Mima ni la que vimos por última vez, sino que es una totalmente distinta que no es más que el verdadero reflejo de la auténtica Mima.
Sinceramente, no me importa cuál sea la respuesta. Kon nos da la posibilidad de que pensemos por nuestra cuenta qué ha querido decir con eso, porque ninguno de los detalles de esta película se dejaron al azar. Y es gracias a eso que nos atrapa y hace con nosotros lo que le da la gana.
Esta película se merece este final porque lo ha ido trabajando a cada segundo. No es como otras que juegan con la realidad y la ficción y se quedan con una peonza girando porque "oh, ¿qué será?".
Y cuando digo que Satoshi Kon es un genio no lo digo solo porque sea capaz de enlazar temas tan complicados en una trama tan enrevesada como esta, que también. Es un genio porque tiene un talento natural para la narración con imágenes.
Si nos vamos al inicio de la película, al concierto de despedida de Mima de su grupo, tenemos un plano magistral desde la perspectiva del acosador en el que vemos como coloca su mano de forma que parece que sujeta a Mima como si fuera una muñenca. Y al mismo tiempo, todo lo que envuelve a Mima se ve borroso. Ese hombre está tan ciego y obsesionado que no es que no sepa distinguir a la Mima real de la imagen pop, es que no es capaz de ver otra cosa que no sea esa Mima. Y todo esto nos lo está diciendo con un plano de dos segundos al inicio de la peli.
Pero no solo utiliza la composición del plano para hablarnos: también se aprovecha el montaje.
La escena de la violación es una de las más fuertes e impactantes. Si no fuera por los cortes que hace Kon, esa escena no podría haberse mostrado así sin arriesgarse a sobrecargar al espectador. Pero él es un maestro porque cuando sabe que necesitamos un descanso, aunque nosotros no lo sepamos, nos lo da. Y con ello, aprovecha para recordarnos que es una película dentro de la película y que esto no está pasando de verdad. Pero tampoco deja que olvides que esa escena está afectando a Mima y la está llevando más y más a su límite.
Ah, y las transiciones rotando la cámara alrededor de Mima o desplazándola linealmente en paralelo a ella cambiando el fondo, la iluminación y la expresión de Mima sin tocar un solo trazo de su rostro. Es una puta maravilla.
Y algo que me encanta y que se ve muy poco, seguramente porque se aprecia también como si no tuviera valor, es la capacidad de Kon para hacer de la vida de Mima algo real. Fijaos en el apartamento de Mima, tanto el salón como el baño, la cocina, el ropero... Todo está plagado de detalles que le dan vida a su vida. Hace que sea totalmente creíble y realista.
Entonces, solo queda una cosa por comentar: el título. Porque la película no tiene nada que ver con el azul, ¿no? Sí y no.
Es cierto que Satoshi Kon utiliza tanto aquí como en sus demás obras la teoría del color, aplicando en cada trabajo una serie de colores con una diferentes implicaciones y significados inherentes a cada uno. Y en Perfect Blue hay azul como herramienta narrativa, pero el peso se lo lleva el rojo. Entonces, ¿no sería más apropiado llamarla Perfect Red?
Lo cierto es que el título no se debe tanto a lo visual como a lo teórico.
El azul ha sido un color muy manido por casi todas las culturas a lo largo de la historia. Desde la sangre azul de la nobleza hasta su significado en el Modernismo, pasando cada vez por el filtro de una cultura distinta. Y en Japón, su importancia y sus significados se podrían resumir de la siguiente forma.
Antiguamente, el azul se utilizaba en Japón para referirse a toda la gama cromática fría, pero dicho concepto se pasó al azul. Azul es "ao" y verde, "midori". Midori guarda cierta relación con la juventud o lo inmaduro, que es uno de los significados que se le daban antes al azul.
Por otra parte, en Japón se tiene al azul como un color algo más femenino. Y, como en muchos otros lugares, se asocia con la tranquilidad, seguramente por el mar en calma o el cielo despejado. Hablando de esto, ¿recordáis el último plano de la película? ¿Qué hay de fondo que llena la visión periférica? Ahora parece que se aclara todo un poco, ¿no?
Y si lo que os he dicho del azul lo intentamos llevar al extremo, a la perfección, y lo mezclamos con la retorcida visión de Kon de la sociedad y el laberinto que es el guion...
Hacer que todo esto encaje como si fuera natural es algo jodidamente complicado. No sale solo de la noche a la mañana por muy genio que se sea; hay que echarle muchísimo tiempo para trazar cada línea y asegurarse de que están todas perfectamente anguladas y encajadas.
Podría estar horas y horas y horas hablando de esta obra maestra. Es, de lejos, una de mis películas favoritas de cualquier género y uno de los mejores thrillers que he visto jamás. Os aconsejo que le deis una oportunidad porque, además de que no dura ni hora y media, se os va a pasar volando.
Y por si queréis ver algo más de Satoshi Kon que quizás no sea tan conocido como sus películas y Paranoia Agent, os recomiendo "Ohayo", un corto de un minuto en el que se puede ver lo básico de su estilo sin tanta oscuridad, mucho más limpio y puro. Lo tenéis en YouTube en HD y en algunas páginas especializadas de anime.
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