Me fijé en ti.
by JesusSF in
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16 by November by 2017
Me fijé en ti.
Aquella tarde de sábado, como cualquier otra, cuando ya oscurecía salí a dar mi habitual paseo. Pasaba por la concurrida plaza, como cada sábado, esquivando a las personas que iban fijadas en las pantallas de esos nuevos aparatos que ahora llaman móviles. Recuerdo que también había un grupo de mujeres que ya tenían un poco de alcohol subido a la cabeza y creo que estaban de celebración de despedida de soltera, no lo recuerdo bien pero creo que una de ellas estaba llorando porque otra le había vomitado en la camiseta.
Pasada la plaza, vi algo que me llamó la atención. Un precioso vestido rojo acababa de desaparecer en aquella esquina y las piernas de las personas que lo vestían eran hermosas, lucían una simetría perfecta y eran hipnotizante al igual que lo es ver la nieve cuando cae en invierno. Corrí hacia la esquina, para, al menos, ver a la persona que lo vestía. Las campanas del ayuntamiento resonaban en todos lados, y al llegar creí ver un ligero destello de luz blanca, pero, desafortunadamente, no la encontré.
Dí varias veces la vuelta a la manzana y nada, no aparecía y justo cuando en la esquina dónde creí verla por primera vez la encontré. Allí estaba ella, luciendo su perfecta simetría, luciendo su hermoso vestido rojo y con su preciosa piel blanca. Allí estabas tú, entre la tienda y el cristal, en una especie de universo distinto al nuestro.
Algunos te llaman maniquí, pero yo sé que no eres eso, yo sé que eres algo más, algo que nadie sabe, y ni si quiera yo debería saber, pero esa fue la primera vez que me fijé en ti.
Si estoy escribiendo esto es porque no sé que pasará después, si vendrá alguien a borrarme la memoria y a hacerme olvidar de ti, pero quiero dejar constancia de que desde que te vi, me enamoré, sin importar quién o qué eres.
Esta fue la carta que leyó Almudena, la cual encontró tras escaparse como de costumbre, sin que nadie se diese cuenta, pues siempre volvía a las nueve de la noche, hora en el que el maleficio de aquella bruja volvía a actuar. Ella solo quería buscar a aquel chico, el cual no era muy atractivo, pero vio en él a una persona maravillosa y por ello quería decírselo. Desgraciadamente, era demasiado tarde, aquel chico, según decían las autoridades, había saltado del último piso de aquel hotel, falleciendo instantáneamente al chocar contra el suelo.
Almudena sabía que esto era falso, que el chico no había saltado, si no que alguien lo había empujado y hecho que pareciese un suicido. Ese era su don, el don de poder saber, qué pensaron o hicieron las personas antes de fallecer, y ahora con esa carta, todas las piezas de ese puzzle encajaban.
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